KILIG

Al morder la manzana el corazón se hiela. Pero si es en él el amor, el que llega abre sus puertas. Que sea. Abre el corazón para que sea.

Cuando pensó que había llegado el final, se enfrentó al espejo y reconoció la que siempre había sido su esencia.

La belleza era en su cuerpo. La belleza era en su espíritu. Pero ella no lo sabía.

Ahora baten sus alas al mirarse en sus ojos. Azul inmenso que refleja la metamorfosis de su alma.

Alma libre.

Alma suya.

Porque mariposas eternas, siempre se encuentran.

Andrés Acosta